viernes, 5 de noviembre de 2010

Maestros con corazón.

     Por Roxana Loyola R, Estudiante de Educación Parvularia.

     De pronto la mente comienza a trabajar y a experimentar una serie de sensaciones y pensamientos que son capaces de modificarte, y manejarte tanto física, como emocionalmente, desde que uno nace (e incluso antes) comienzan a producirse una serie de procesos mentales que permiten establecer que estamos vivos, esta mente que trabaja, que procesa constantemente como una máquina, la gran máquina que es capaz de controlarte y moverte hacia alguna meta u objetivo, lo que me hace pensar, ¿en qué momento llegue hasta acá?¿querer trabajar creando, modelando y modificando pequeñas mentes que irán trabajando y creciendo para ser lanzadas a un mundo que está progresivamente siguiendo su rumbo?

     Hace un par de años tomé la decisión de ingresar al ámbito pedagógico, desde pequeña tuve una rara atracción a la sala de clases, a la pizarra y a los accesorios dentro del aula (orgullosa de alcanzar conocer la tiza). Y como olvidar los juegos con mi prima aquellos que dejaron un inminente recuerdo en mi. Ella LA PROFESORA mandona, y yo la alumna que tenia que acatar las instrucciones sin cuestionar la sabiduría de una maestra. Desde ese momento quise cambiar ese paradigma tan recurrente hasta hace poco tiempo en nuestro sistema escolar y que está presente desde que existe la escolaridad en Chile. La autoría de un maestro es algo que no se podía debatir; es el profesor castigador el que se lleva los aplausos y las felicitaciones porque logró que un niño a través de golpes aprendiera a leer. El asunto es que actualmente eso cambió en 180 grados, de manera que los roles se invirtieron, sin dejar de lado que aún hay profesores que se grabaron en su cerebro la filosofía “la letra con sangre entra”. Volviendo al tema de los roles, en la realidad, en las salas de clases que la gran mayoría de mis colegas han observado con horror (incluyéndome) que ahora son los alumnos los que tienen la autoridad, siendo ellos los que se expresan a través de golpes y rebeldía, es increíble como cada día que pasa existe una nueva oportunidad para ver a un profesor (y a un sistema escolar) que no es capaz de controlar la ira de un niño que no es contenido emocionalmente en su hogar o que dentro de su contexto familiar y social ha tenido que dejar de ser niño.
     
     Conductismo, cognitivismo o constructivismo, no sirve de mucho conocer tanta teoría (sin desmerecerlas, por supuesto) si en el fondo la labor docente no nace desde el corazón. Si existen malos docentes que permiten practicas como el bullying, la no atención a factores emocionales dentro de un aula, o peor aun “olvidar” a un pequeñito en un auto porque tienes la cabeza en otro mundo.
Si apelamos al desarrollo de AULAS QUE PIENSAN se necesita reforzar la labor docente comenzando por enseñar primero con el corazón y después con la mente
 
                                                                                                                                                                                                                                -Roxana L.




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